Cuando regresamos a Lima desde Trujillo, la ciudad
de la eterna primavera como la llaman los peruanos, descubrimos unos de esas
paradojas que las guías de viajes podrían calificar propias de un "país de
contrastes", aunque quizá refiriéndose a otras cosas.
El caso es que
para volver cogimos de nuevo un autobús y sí, en esta ocasión era como nos
habían dicho. La compañía era La Cruz del Sur y el terrapuerto (así se llaman
allí las estaciones de autobuses) era nuevo a estrenar. Nos recibió en la
puerta una terramoza (lo habéis adivinado: azafata de tierra) que nos acompañó
en todo momento hasta dejarnos instalados en una cómoda sala VIP. Por supuesto, el equipaje
nos lo recepcionó un terramozo (esto es de mi cosecha), así que no tuvimos más
que acomodarnos tranquilamente en un magnífico asiento, que se reclinaba 180
grados hasta convertirse en una estupenda cama. Durante el viaje otra terramoza
servía aperitivos y comida mientras veíamos películas en el monitor individual.
Una auténtica First class sobre ruedas.
No creáis que
estoy haciendo publicidad ni que la susodicha compañía es un patrocinador del
documental; el "contraste" viene ahora. Llegados a Lima el bus paró en una estación pequeña,
cochambrosa y abarrotada de gente. Repentinamente los terramozos y terramozas
desaparecieron como por encanto y tuvimos que pelearnos a brazo partido
(literalmente) para poder reconquistar nuestro equipaje en una especie de
zafarrancho similar al reparto de víveres de las Naciones Unidas. La siguiente
batalla consistió en salir de aquel lugar sin perder el equipaje, ni los
nervios, entre la marabunta de gente que intentaba moverse en todas
direcciones… ¡País de contrastes!
Por suerte el
sol que debió de recibir a Pizarro estaba allí para saludarnos a nuestra
llegada y Lima se veía radiante y jubilosa. El coche de producción, puntual,
nos llevó a nuestro nuevo alojamiento, esta vez en el barrio de Barranco, donde
tuvimos la segunda revelación limeña.
Barranco es un
barrio de los que las guías suelen decir "con encanto". Recoleto,
colonial, muy bien conservado; el sitio donde prefiere vivir la gente con
profesiones liberales, y también los artistas. Queríamos alojarnos allí por
recomendación expresa de Verónica y porque así estaríamos mejor situados para
los rodajes que pretendíamos hacer.
Habíamos
organizado una grabación en la Librería La Libre de Barranco, regentada por dos
españoles, Ana Bustinduy y Carlos Lorenzo, emigrante ella, expatriado él. Ambos
pertenecen al colectivo Marea Granate, un inmenso grupo de emigrantes españoles
repartidos por todo el mundo y reunidos gracias a las redes sociales. Marea
Granate de Perú, al que también pertenece Verónica, es un grupo muy activo que
reivindica con acciones virtuales y manifestaciones físicas contra las leyes
que promueve el gobierno español, de las que ellos discrepan abiertamente. Heredera
directa del 15M, se organiza alrededor de la premisa, expresada ya por la
propia Verónica en el documental, de que "ellos no se han ido de España, a
ellos les ha echado el Gobierno".
Por desgracia,
la grabación que hicimos en su librería no forma parte del montaje final del
documental, ya que no teníamos ni metraje ni espacio argumental para
introducirlo. Tendremos que esperar a una versión extendida para que podáis
participar de sus comentarios.
Tampoco ha
entrado la conversación con tres jóvenes peruanos retornados que nos contaron
sus experiencias en España y las compararon con las de Ana y Carlos, como
emigrantes en Perú.
Además, tuvimos
también la suerte de coincidir con
algo radicalmente distinto, la popular fiesta del Señor de los Milagros de
Nazarenas, donde miles de personas se visten de morado, con hábito incluido
ellas y ellos, y recorren en procesión la ciudad, durante horas, escoltados por
otros miles de espectadores que abarrotan las calles y las plazas, hasta llegar
a la Plaza de Armas, donde les recibe el mismísimo presidente de la nación y
las fuerzas vivas de la ciudad. Ajenos a cualquier espiritualidad, fue para
nosotros una auténtica inmersión sociocultural que, por supuesto, grabamos para
la posteridad.
Unas jornadas
intensas e interesantes de rodaje en la ciudad de Lima que, sin embargo,
tampoco han entrado en esta versión del documental. La Comunidad de Madrid, una
de las entidades que financian el proyecto, pedía una duración máxima de 30
minutos, de manera que nuestra experiencia limeña no ha tenido espacio
suficiente para ser mostrada, con mucho dolor de mi corazón, por cierto, ya que
encontramos una ciudad luminosa y viva, llena de lugares increíbles.
Antes de
abandonar Lima, tuvimos una última sorpresa; razón para que dejásemos allí una
buena parte de nuestro ya maltrecho corazón viajero. Mi amigo Brian y su mujer
Wendy nos llevaron a descubrir la alta gastronomía peruana... donde brilla con
luz propia la cocina nikkei, un híbrido de cocina japonesa elaborada con
productos y/o recetas peruanas. En dos palabras ¡im-presionante!
No pudo haber mejor final de rodaje. Así que dejamos Lima y Perú con un sabor de boca (textual y metafóricamente) insuperable. El pequeño grupo de rodaje, compuesto por Félix Gómez-Urda, como guionista y productor ejecutivo, Fernando Fernández, director de fotografía y sonido, y servidor de ustedes, Juan Carlos García-Sampedro, como guionista, director y productor, y sus 16 bultos de equipaje (cámaras, luces, sonido y equipajes de mano) tomamos desolados el avión que nos habría de conducir de nuevo a otra realidad... para continuar el rodaje en lugares distintos.
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